« Nuestro ser posee dos aspectos, uno visible y otro invisible. Con los ojos abiertos, contemplamos la creación objetiva y a nosotros mismos en ella. Con los ojos cerrados, nada vemos: únicamente un oscuro vacío. Y, no obstante, la conciencia continúa intensamente alerta y activa, aun cuando esté desligada de los objetos físicos. Si durante la meditación profunda penetramos en la oscuridad que se encuentra tras los ojos cerrados, contemplamos la Luz de la
cual emana la creación. Por medio de un samadhi más profundo, nuestra experiencia se remonta aún más allá de la manifestación de la Luz y logra penetrar en la Conciencia que es Bienaventuranza absoluta, la cual trasciende todo lo creado y, no obstante, es infinitamente más real, tangible y gozosa que toda percepción sensorial o suprasensorial. »