«Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames».
Lucas 6:29-30, Sermón del Llano.
«Jesús se refiere una vez más (como en el caso del principio de no matar) al ideal de no ejercer violencia (ahimsa) contra ningún ser humano-ya sea en pensamiento, palabra u obra-. Este ideal exige liberarse del deseo de venganza y no resistir el mal por métodos malignos. Jesús aconseja a los hombres vencer el mal con la virtud infinitamente poderosa del perdón y del amor. En sentido figurado, se refiere al hecho de presentar la otra mejilla para ilustrar la influencia de la bondad sobre el comportamiento hostil. Si uno descarga su ira con una bofetada y recibe otra a cambio, esa conducta sólo aumenta la ira y el deseo de propinar golpes aún más fuertes, ¡y tal vez un puntapié o una bala! En contraposición, una respuesta calmada resulta sumamente desconcertante y desarma al oponente.
El ideal de no tomar represalias no justifica entregarse mansamente ante la maldad o aprobar en forma tácita el mal. Presentar la otra mejilla no tiene como fin debilitarnos mental o moralmente, ni hacer que soportemos una relación personal abusiva o violenta; más bien tiene el propósito de infundirnos la fortaleza del autocontrol, la cual se obtiene al vencer el impulso de actuar bajo la influencia del deseo de venganza. Es fácil tomar represalias; se requiere en cambio una gran fortaleza mental para no devolver el golpe. Es preciso poseer un carácter espiritual fuerte y principios muy elevados para resistir el mal por medio de la virtud.
Una persona que se ha perfeccionado en la no violencia no permite que nadie le arrebate su paz interior. Cuando, a través del ejemplo espiritual y de la firme determinación, ella es capaz de conservar su modélica personalidad a pesar de todo cuanto amenace con robarle la calma, se convierte a los ojos de los demás en un sobresaliente ejemplo de la verdad».