Lahiri Mahasaya– Reverenda Madre, yo fui bautizado en la infancia por su esposo profeta.

Él era el gurú de mis padres y de mi propio gurú, Sri Yukteswar. ¿Podría concederme el privilegio de oír algunos incidentes de su sagrada vida?

Mis palabras eran dirigidas a Srimati Kashi Moni, que fuera compañera de Lahiri Mahasaya. Encontrábame en Benarés, en una corta visita y estaba cumpliendo un deseo que hacía mucho había acariciado: el de visitar a la venerable dama.

Ella me recibió amablemente en el hogar de Lahiri, ubicado en la sección de Garudeswar Mohulla, en Benarés. Aunque entrada en años florecía como una flor de loto, emanando una dulce y  espiritual fragancia. Era de talla mediana, de cuello delgado y de piel clara. Grandes y brillantes ojos suavizaban su cara maternal.

– Hijo, eres bien recibido, sube conmigo.

Kashi Moni me condujo a una pequeña habitación, en donde había vivido por algún tiempo con su marido. Me sentí muy honrado de ser testigo del santuario en el que el incomparable maestro había condescendido a representar el drama del matrimonio. La gentil dama me indicó un asiento de cojines, sentándose  a mi lado.

-Pasaron muchos años antes de que yo llegara a comprender la divina estatura de mi esposo-comenzó ella- .Una noche, precisamente en ésta habitación, tuve  un vívido sueño. Ángeles gloriosos flotaban con gracia inimaginable por encima de mí. Fue tan real la visión, que desperté; la habitación estaba extrañamente envuelta en una luz deslumbrante. Mi esposo, en la postura meditativa de loto, se encontraba suspendido en el centro de la habitación, rodeado de ángeles que lo reverenciaban con una actitud de dignidad suplicante, con las palmas de las manos plegadas.

Sorprendida sobremanera, creí que aún estaba soñando.

– Mujer- dijo Lahiri Mahasaya, no estás soñando; olvida tu sueño para siempre jamás.- A medida que él descendía lentamente, me postré a sus pies.

– Maestro- exclamé una y otra vez- yo te reverencio  ¿Podrás perdonarme el que te haya considerado mi esposo? Muero de vergüenza al comprender que he estado sumida en la ignorancia, sin saber que vivía al lado de quien ha despertado en la divinidad. Desde este momento, no eres ya mi esposo, sino mi gurú. ¿Quieres aceptar la insignificancia de mi ser como tu discípula?

– El Maestro me tocó suavemente.

Alma sagrada, levántate, estás aceptada e indicándome a los santos, me dijo-: reverencia a su vez a cada uno de estos santos.

Cuando hube terminado mis humildes genuflexiones, las voces de los santos varones sonaron juntas como el coro de una antigua escritura.

* Consorte de la Divinidad Uno, bendita seas. Te saludamos- Ellos se inclinaron a mis pies y ¡oh! , las refulgentes formas se desvanecieron. La habitación se sumió en tinieblas.

* Mi gurú me preguntó si quería recibir la iniciación en Kriya Yoga.

* Por supuesto que sí-le repliqué- Lamento no haber recibido ésta bendición mucho antes en mi vida.

* No había llegado tu hora- sonrió Lahiri Mahasaya, consolándome-Silenciosamente, te he ayudado a agotar mucho de tu karma. Ahora estás bien dispuesta y preparada.

Cap.31 de Autobiografía de un Yogui

Paramahansa Yogananda